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lunes, 18 de junio de 2012

- Maestro, – preguntó el joven Sufi, – ¿Cómo puedo entender eso que me decías de que Dios está dentro de mí?
- Antes respóndeme, ¿qué es para ti Dios?
- Dios… es Todo, el universo y su creador a la vez, lo abarca todo, lo alimenta todo… – el discípulo de interrumpió ante la inmensidad inabarcable de su propia descripción.
- Yo también lo veo así, – respondió el Maestro acudiendo al rescate de su pequeño aprendiz. – Bien, pues baja a la orilla del mar y tráeme un litro de agua, pero asegúrate de que es agua del Caspio.
Al cabo de una hora el joven discípulo volvió diligente con un jarro lleno de agua.
- Pero… – empezó a protestar el maestro. – Esta no es agua del Caspio. ¿De dónde la has cogido?
- Maestro, se lo juro, bajé a la orilla, me sumergí hasta la cintura y llené este jarrón.
- No puede ser. – seguía insistiendo el maestro. – ¿Dónde están los peces, y las plantas, y los pescadores…?
- Pero… – dijo el discípulo atónico – No me dijo que cogiera peces, ni plantas, y en cuanto a los pescadores…
- Nada, nada, para ser agua del Caspio ha de tener todo eso. Me has engañado, – sentenció el maestro provocando al discípulo.
- ¡Maestro, el agua está por todas partes, en el Caspio, en el rio Gorgan, en mi cuerpo, en el vuestro, solo se diferencian en las variaciones propias del lugar y de las condiciones, pero es la misma agua! – se le cortó el resuello, más bien por temor a haber levantado la voz al maestro como por el propio esfuerzo.
- ¿Necesitas más explicaciones sobre la naturaleza del Dios, y porqué está en ti, que la respuesta que tú mismo acabas de encontrar?
- Entonces, ¿Dios es el agua?
- Es hora de preparar la comida, la respuesta a eso será otro día.

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