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Nasrudin
amaba a una mujer que vivía en el otro extremo del desierto, así que
decidió tomar un camello y dirigirse al encuentro de su amada. Partió al
medio día, pero al atardecer se dio cuenta que el camello había dado
una vuelta en círculo y había regresado al oasis donde él estaba. Así
que decidió volver a intentarlo por la noche, porque tal vez –pensó- el
camello no quería viajar al calor del medio
día. Al llegar la noche emprendió nuevamente el viaje, pero al
despuntar el alba, vio para su asombro que el camello había regresado
nuevamente al oasis. Así que reflexionó: “evidentemente la amada del
camello está en este oasis”. Así que abandonó su camello, se puso unos
zapatos y encaró el desierto, porque para ir al encuentro de la Amada
hay algo que dejar, una decisión que tomar y un camino que iniciar.
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