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jueves, 27 de junio de 2013

El camello sin cuerda

El camello sin cuerda
 
 
Una caravana que iba por el desierto se detuvo cuando empezaba a caer la noche.
Un muchacho, encargado de atar a los camellos, se dirigió al guía y le dijo:
-Señor, tenemos un problema. Hay que atar a veinte camellos y sólo tengo diecinueve cuerdas. ¿Qué hago?
-Bueno -dijo el guía-, en realidad los camellos no son muy lúcidos. Ve donde está el camello sin cuerda y haz como que lo atas. El se va a creer que lo estás atando y se va a quedar quieto.
El muchacho así lo hizo. A la mañana siguiente, cuando la caravana se puso en marcha, todos los camellos avanzaron en fila. Todos menos uno.
-Señor, hay un camello que no sigue a la caravana.
-¿Es el que no atastes ayer porque no tenías soga?
-Sí ¿cómo lo sabe?
-No importa. Ve y haz como que lo desatas, si no va a creer que siguen atado. Y si lo sigue creyendo no caminará.

Los límites no lo impone la realidad, sino nuestras propias creencias. Somo como el camello, atados sin cuerda.

LA POSADA

LA POSADA
Nasrudin (el tonto en los cuentos sufis) fue al palacio del rey y se presentó directamente ante el trono. Vestía de una forma tan poco convencional que nadie se atrevió a detenerlo. El rey le preguntó: “¿qué buscas?”
Nasrudin contestó: “Busco un lugar para dormir en esta posada”
El rey contestó: “Esto no es ninguna posada, es mi palacio”
Nasrudin volvió a preguntar: “¿De quién era el palacio antes de ser tuyo?”
“De mi padre” Dijo el rey
“¿Y antes de tu padre?”
“De mi abuelo”
“¿Y este lugar, donde la gente viene y va, donde se quedan un tiempo y después desaparecen, lo llamas con otro nombre que no sea posada?”